Leído: Viento del este, Viento del oeste

Leído: Viento del este, Viento del oeste de Pearl S. Buck
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¡Oh, mi querida casa! Las imágenes de mi infancia acuden a mi memoria como las figuras de una linterna mágica. He aquí el patio donde, cuando amanecía, me gustaba ver abrirse la flor de loto en el estanque, y la peonía florecer en la terraza. Allí están las habitaciones interiores: en el suelo de ladrillos juegan los niños; ante los nichos de los dioses arden velitas de cera. En la habitación de mi madre, una figura severa, inclinada sobre un libro... en el fondo la enorme cama de baldaquino.

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 ¿Cómo diría...? Siempre estuve acostumbrada a oír expresar con franqueza los sentimientos. ¡Ah, la alegría de vivir! Aquí, por el contrario, todo es silencio, reverencias, miradas oblicuas. Me importaría bien poco no gozar de libertad, si, por lo menos, supiese lo que todo esto oculta. ¿Sabes? En cierta ocasion, en mi país, dije que por amor a tu hermano estaba dispuesta a hacerme china u hotentote. ¡Pues bien, no puedo, me es imposible! ¡Seré americana hasta la muerte!
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