TONTOS RITUALES
¡Nunca, jamás, una bruja fue de sangre felina! A las brujas de sangre lobuna les gusta aullar a la Luna. En las noches de plenilunio se suben a las barandillas de los balcones y, con profundos aullidos, veneran a su diosa, incordiando a las vecinas y molestando a los felinos. Celebran ritos estúpidos: escriben poesías sin sentido, beben vino especiado y dan lametazos a la luz de la Luna. Con la última luz de la Luna Llena y la primera del Sol, las brujas de sangre lobuna tras aullar, escribir, llorar y reír, realizan sus últimos rituales: sacuden con brío las penas de las entrañas, restriegan con fervor las piedras que les protegen los corazones, lavan los cabellos con lágrimas no vertidas y secan los huesos encaramadas a los tejados de sus casas. Pasados los tres días de plenilunio, las brujas de sangre lobuna acaban reventadas. La última noche, como colofón de las fiestas, se visten de riguroso rojo, se pintan los labios con la oscuridad del firmamento nocturno y muestran en
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