Terapia familiar
Nei, muy nervioso, no sabe a donde mirar, el zumbido de una
mosca atrae su atención y se queda atontado durante unos segundos. A su lado
está sentada su hermana, ella le da una patadita para que salga de su
ensoñación.
–Nei, tienes que estar atento –le susurra Ari en la oreja.
–Lo sé, lo sé, pero hacer terapia me pone muy nervioso
–responde Nei, con la voz más alta de lo que él pretendía.
–Chicos, esto es un lugar seguro. Cuando estáis conmigo
podéis hablar con total libertad. –El doctor calma un poco la ansiedad de los
hermanos–. Nei, es normal que sientas cierta inquietud al hablar de todo lo que
está sucediendo en vuestra casa. Por eso estamos reunidos, por eso estoy yo
aquí, para ayudaros a comprender la separación de vuestro padre con su última
novia.
–Yo, ya lo sabía. No tenían pinta de durar demasiado… –dice Ari
despectiva.
–Mentirosa, si dabas botes de alegría cuando papuchi la
conoció. –Le recrimina Nei a su hermana–. Doctor, cuando papuchi la trajo a
nuestra casa, Ari le dio tantos besos que casi la tira al suelo.
–Sentir amor a primera vista es maravilloso, nunca os avergoncéis
de ello. Hay personas o cosas que cuando las vemos ya las queremos sin más, es
algo muy natural, forma parte de nuestra naturaleza más animal. Jamás os
avergoncéis de amar alguien. ¿De acuerdo, chicos?
–Sí, doctor, yo la quise mucho y no me avergüenzo. Aunque ahora
oímos cosas feas de ella cuando salimos a jugar con nuestros amigos. Por eso
estamos tan tristes y hacemos travesuras, no lo podemos evitar… –Ari baja la
vista avergonzada.
–Hacéis travesuras porque queréis divertiros, y os queréis
divertir porque queréis sacudiros la tristeza de encima. Es algo normal. No os
preocupéis por eso. –Les asegura el doctor con voz comprensiva.
–Pero… papuchi se enfada mucho con nosotros, nos grita y
dice que un día nos dejará durmiendo al intemperie para que aprendamos a
comportarnos mejor… –A Nei se le caen varias lágrimas de miedo con tan solo
imaginar en pasar una noche al ras.
–Vuestro padre también sufre, dice las cosas sin tan
siquiera pensar. Los mayores cuando se enfadan y no saben como gestionar su ira
pueden romper cosas o decir tonterías. No tiene nada que ver con vosotros,
aunque portarse bien y no hacer travesuras ayudaría a que vuestro padre se
pusiese bien más deprisa, ¿lo entendéis, chicos?
–Sí, por supuesto –asegura Ari–. Pero, ¿Doctor, por qué
papuchi se ha separado de su novia? Se querían tanto…
–El amor entre adultos es complicado, no penséis demasiado
en ello. Hay personas que se enamoran para toda la vida y otras para un ratito.
Pero tenéis que saber que vuestro padre os quiere mucho y ahora debéis ser unos
buenos hijos y no hacer maldades. ¿De acuerdo, chicos?
–¡Sí, doctor! –afirman los hermanos con alegría.
–Muy bien, chicos, ahora ya podéis salir a jugar. Y recordad:
sed buenos.
Ari y Nei saltan del sofá de un brinco, corretean hasta la
puerta, Nei con un golpe de hocico la abre. Observan durante un momento los
campos que hay alrededor de su pequeña casa. Ven un grupo de vacas comiendo
tranquilamente en el pasto colindante.
–¡Tonto, él que no le muerda el rabo a una vaca! –grita Ari
corriendo hacia la manada.
–Ari, creo que eso es una travesura –exclama Nei un poco
nervioso.
–No seas aburrido, hermano, mañana ya nos portaremos bien
–chilla Ari al viento.
–¡Cuidado, los chuchos del vecino nos atacan! –gritan las
vacas haciendo un corrillo para proteger a los terneritos.
El doctor Calcetín mira la escena desde la ventana. Los dos
canes de palleiro, con una felicidad desbordante, persiguen a las vacas como locos,
ladrando y correteando alrededor de ellas por todo el pasto.
–Otra sesión perdida… –se dice impotente el buen doctor.
Sin mucho más que hacer, se retuerce sobre sí mismo y decide
ir a buscar a su pareja que anda perdida entre el montón de ropa sucia que hay
al lado de la lavadora.
–Un abrazo me vendría bien…
Texto de Esther Vázquez
Ilustración de Víctor Rivas
Comentarios
Publicar un comentario