No tengas miedo a las espinas ( I al VI)
I
Abrió la pequeña caja con dedos temblorosos.
Un anillo calado en oro con forma abombada coronado por una flor de seis diamantes.
Acarició la sortija y una finísima astilla del brocado le pinchó en el dedo índice.
Una gota de sangre manchó la nota que acompañaba el presente, dónde habían escrito con una letra impecable:
«No tengas miedo a las espinas››
—¿A que diablos voy a tener miedo? ¡Este tío es imbécil! –pensó ella con desaire besándose la herida.
II
No creas que tienes el control.
Jamás tengas la certeza de que saldrás indemne de este embrollo.
En tu miedo paralizante podrás encontrar una salida a esta realidad.
Esta ira absurda a tu pasado tiene su importancia aunque no sepas apreciarla.
Mi presente advierte de las consecuencias que sufrirás si me rehúyes.
¿Sientes como se clavan las espinas en la coraza que rodea tu alma?
III
Se despertó sobresaltada.
La herida le escocía, no, en realidad le dolía.
La observó con detenimiento.
Un agujerito de color negro resaltaba entre las sinuosas líneas dactilares de su dedo.
Algo se movía y palpitaba ahí dentro, algo emergía.
—¿Pero qué mierda es esto…? —Se preguntó con voz ronca en mitad de la noche.
IV
Cuando el miedo te atrape, grita.
Cuando el miedo te desgarre, pelea.
Cuando el miedo se quede en tu interior, rómpete.
No te abandones.
No dejes de luchar.
No permitas que el miedo te mate.
V
La sangre y el sudor brotaron sin control.
Los cuervos en el exterior golpearon la ventana de su habitación ansiosos de ella.
Observó el vacío de su herida, era inconmensurable, extraño… como un agujero negro.
¿Tal vez… un portal a otro mundo?
Se acurrucó debajo de las sábanas sudorosas con el miedo apretando su corazón y el mal palpitando en su dedo.
—Joder, joder… el puñetero anillo me ha transmitido un virus letal. ¡Maldita baratija!
VI
Oscura es mi magia.
Dañina mi intención.
Anhelo tu alma más que la mía propia.
Tu coraza no me detendrá.
Mis espinas son afiladas, mortales, llenas de veneno, de ira, de rencor, de frustración, de soledad.
No tengas miedo a las espinas…
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